Me enrumbo en una aventura ya antes
avisada, terrenos antes visitados que necesitan ser redescubiertos, es un nuevo
día en el que siento ser libre nuevamente, libre del miedo, de las
angustias. Simplemente hoy decidí recuperar lo que soy y lo que vengo haciendo.
Mis razones son pocas, las circunstancias
son muchas, son tantas como atardeceres hay en el verano, ¡cuantas tardes en la
playa!, en las que por una triste desilusión quedas solamente tú, la arena y un
brillo de luz a la que contemplas sin razón aparente, quizás no sepas a quién
más acudir y trates de llenar algún vacío con su infinita energía.
Son tantas las condiciones como estrellas
que divulga la noche, esas que en algún momento, cansado, te detuviste a
observar y dejaste que tu alma fluya a través de una de ellas, y ante tus ojos,
en ese mágico momento, su luz se apago. O quizás tantos como caminos existen a
casa, y eliges el más largo, solo para refugiar tus frías lágrimas debajo de
una cálida lluvia de verano.
Entonces caminas. Por ese momento son
solo tú y tu sombra entrando a casa, quedas solo, las luces inundan tu pesar y
anulan tu compañía, las apagas y quizás desde un balcón contemplas las últimas
gotas de un triste dolor cayendo desde el tejado.
Una a una las gotas
desaparecen y se crea el silencio, no quedas solo, contigo muchas más estrellas
asoman la mirada, pero no las ves.
Aunque a oscuras tu sombra esta ahí,
junto a muchas otras a su alrededor haciéndote compañía, y tú no la sientes.
A tu lado el viento acaricia tus penas
creando armonías de paz tratando de calmar tus ansias, tus tristezas, y tú no
las oyes.
Dentro tuyo, en ese momento, solo habita
el frío de tales caricias y un gran silencio. Entonces la razón no tiene mucho
sentido, y recuerdas que hubo algo más fuerte que tú, que olvidaste por mucho
tiempo, algo que llenaba tus momentos y
los volvía inolvidables, algo que no muchos puedan valorar pero tal vez sí
criticar, ya nada importa.
En ese momento comienzas a escribir a la
espera de una nueva lluvia que borre todas tus huellas, que refresque tus
mañanas, que te haga sentir vivo y te enamore, limpie tus errores y que al
final del día se confunda entre tu dolor para lentamente desaparecer con él. A
fin de cuentas es verano y sabes que siempre al final de una tarde tormentosa,
el sol, así como el amor, te acogerá y brillará, quizás no con toda su fuerza
pero sí de la forma más sutil y hermosa que puedas imaginar.
Ricardo Avila
Pd. Chester volvió.