viernes, 5 de octubre de 2012

Llegó la primavera


Ha caído un pétalo de rosas dentro de este viejo y seco tronco lleno de huecos, inundado de oscuridad y sumergido en un profundo mar de inseguridades, hogar de bichos y entrañas que lo carcomen por dentro dejándolo totalmente vacío, arrebatándole lo más preciado que tiene y debe conservar, su vida. Ha caído también con él una gota de agua cristalina, tan clara como las ilusiones de aquel niño que recién empieza a descubrir el mundo, como la ilusión que me da el saber que existes y que siempre estuviste allí, tan ligera que en lugar de haber caído, debió haber trepado muy alto, mas allá del cielo a donde quizás algún día lleguemos, tan pura como aquella sublime sensación que aparece cada vez que te tengo cerca y tan intensa como aquella mirada capaz de desnudar el alma de cualquier persona, esa a la que tanto le temes.

Sin embargo, el tiempo pasaba y el pétalo se marchitaba en esa eterna soledad que nunca antes había conocido, de aquella gota de agua quedó tan solo su marca grabada en el pétalo y justo en el momento en que todo comenzaba a consumirse, el denso techo de nubes de inseguridad se desvaneció convirtiendo en gotas de esperanza lo que antes eran sombras de desesperación, descubriendo signos de luz que iluminaban aquellas hojas secas regadas en el suelo. Solo un rayo de luz, un juego del destino, fue capaz de mantener vivo al primer pétalo de aquella temporada, aquella convivencia que surgió entre 2 seres totalmente diferentes, hasta que sus restos se entregaron en manos del destino, en manos de tu luz, y se fundieron hasta volver a dar vida a aquel viejo tronco, en el que el pétalo renació en forma de amor y perdurará allí por siempre.

Y es que aunque el invierno llegue y éste viejo tronco, que ahora es árbol, muera; siempre existirá dentro de él el recuerdo de quien por primera vez le enseño a amar.

martes, 25 de septiembre de 2012

Miraflorina. Aquel amanecer


Fría como la neblina, rápidamente te desvaneces...

La historia no puede acabar así tan fácilmente, ha tenido que pasar mucho tiempo para que te vuelva a recordar, para que nuestro pasado se vuelva historia y nuestras caricias se me hagan un chiste, una gracia de verano que no sé si volverá pero que cada que las recuerdo se dibuja en mi rostro una gran sonrisa sin explicación aparente y termino como aquella vez en tu apartamento.

La noche de uno de esos locos sábados de diversión descontrolada, subí a donde no debí haber subido y dejé que me llevarás por uno de tus tantos senderos de seducción. Nos perdimos en las enmarañadas calles de tu ciudad, todo para acabar allí, sentados mirándonos el uno al otro sin decir nada habiendo ya hecho mucho. Solo un cigarrillo pudo hacer que un par de locos haga de lado el silencio del momento y empiecen a reír cual pareja perfecta, hasta quedar exhaustos de la vida y no poder más que entregarse al llamado de la noche y rendirse ante el cansancio.

No me quería despertar, a las justas y dormía. La cabeza me mataba, tenía hambre y lo que en adelante voy a contar muy poco tiene de fantasía. Dónde estaba ni sabía, poco importaba si tenía tu compañía, pero fue raro lo que mi brazo descubría: Tranquilo no es nada, solo que ya no estaba mi pequeña amada mía. Ya era hora del almuerzo y a lo mejor se había ido a comprar, alguito para engañar, a un estómago muy hambriento. Pero era muy tarde y ya no aguantaba, así que cuando por fin me pude parar, corriendo me fui a bañar, para luego directo ir a la cocina.

Cena para dos, engordar en pareja, siempre es en menos atroz. Serví los spaguettis en la mesa; sin embargo algo aún me parecía extraño hasta que una nota tuya encontré: “Te amo mucho, corazón libre, no tardo en regresar” y quizás fue allí cuando las cosas entre nosotros se empezaron a complicar. Te juro que lo tomé muy a la ligera, es más, estaba pensando que canción ponerle a nuestra velada romántica, y osé rebuscar entre tus discos la música perfecta. Intento en vano pues ya no estaba ninguno de los que pusiste el día anterior. Entonces deduje que estabas en la biblioteca devolviéndolos. No sabía que mas hacer, solo esperar a que llegaras, a ver tu hermoso rostro que se quedo grabado en mi mente desde aquella primera vez. Quería verlo aunque sea una vez más en esas viejas fotos que estuve revisando aquella noche de luna llena, pero nada, también habían desaparecido. No entendía absolutamente nada, intentaba encontrar más razones para excusar tu ausencia en ese momento, pero no podía encontrar siquiera un número de teléfono apuntado, un solo registro de llamadas hechas, un flotador que me salve de morir ahogado en éste mar de dudas que me jalaba cada vez más profundo, nunca hallé nada. Solo tu carta y mis lágrimas cayendo sobre la mesa, sembraban ésta cruda obsesión de encontrarte...


Continúara.

viernes, 20 de abril de 2012

En la noche del gato negro


La espera es eterna y agónica, los rayos del sol no hacen más que iluminar mi lúgubre y fría mente calculadora. Todo está planeado para ir al acecho: en cuanto la temperatura baje, la luna marcará el camino y por fin la ciudad se convertirá en un bosque lleno de sombras, seré omnipresente y a la vez omitido. El juego recién comienza: las calles se apagan, las luces se encienden y el bullicio y la diversión de la noche se encargarán de tenderte la trampa. Yo como siempre no haré nada que tu no quieras hacer.
Las posibilidades son infinitas, el drama de jugar una vez más inunda mis deseos más salvajes y no puedo contener las ganas de llegar pronto, te huelo, te siento, estas cerca, nadie me percibe solo tú sabes que estoy allí mirándote, mirándote fijamente mientras te derrites de miedo. Sé que te gusta este mundo terrenal lleno de placeres mundanos a los que tanto te has acostumbrado. Amas el miedo, amas lo oscuro y te excita pensar que te puedo dar ternura de la manera más salvaje posible. Tú, rata inmunda que solo vives para hacer daño, hoy te seduciré, tú me seducirás e iré a donde me quieras llevar, jugaré a tu juego y tú al mío. Treparemos árboles y paredes, nuestro amor llegará muy alto, tan alto que tendremos que dejarlo caer y resbalar por alguna fina cuerda para no cansarnos, nuestras vidas penderán de un hilo del que caeremos sin más, será duro y doloroso, Pero nuestra relación no acabará allí pues correrás y querrás que te siga para que más tarde implores que pare de seguirte, no lo haré.  Ya no se trata de ti sino de mí: te he encontrado y no te dejaré ir…
Cuando te canses de mi insistencia te rendirás, ésta noche pudiste correr pero no esconderte. Se acabo el juego: te tengo atrapada, tirada en el piso, rendida y sin salida. Sé que atacarás primero, sé que tienes coraje, te diré que eres la presa más difícil que he tenido, nunca otra se había atrevido a dejarme una marca tan grande como la tuya. Aún así no podrás huir, serás mía toda la noche: hago lo que debo hacer, lo siento, es mi instinto y te encargaste de despertarlo. Ahora solo me queda jugar contigo, usarte, cogerte del cuello y desgarrar tu piel hasta que la noche me lo permita, hasta que la luna me indique que el tiempo se ha terminado, que tengo que dejarte allí en el frío lugar donde te conocí, en un escondrijo frente al mar para luego volver al suburbio de donde salí. Solo así podré mañana continuar con mi búsqueda incansable, sin que los rayos del sol me delaten y sin que las ratas de la ciudad me admiren.
Atacaste con todo lo que tenías y he quedado sorprendido, también he quedado malherido, tirado y desangrándome en la arena. Nuestro amor tuvo la culpa de este crudo desenlace, no medí las consecuencias y ahora el sol es testigo de mi triste fallecer, solo me queda verte desaparecer desde la orilla de este mar. Ahora solo eres un recuerdo, el último y maravilloso recuerdo de éste ruin gato negro que nunca más volverá a jugar.

Ricardo Avila