La espera es eterna y agónica, los rayos del sol no hacen
más que iluminar mi lúgubre y fría mente calculadora. Todo está planeado para
ir al acecho: en cuanto la temperatura baje, la luna marcará el camino y por
fin la ciudad se convertirá en un bosque lleno de sombras, seré omnipresente y
a la vez omitido. El juego recién comienza: las calles se apagan, las luces se
encienden y el bullicio y la diversión de la noche se encargarán de tenderte la
trampa. Yo como siempre no haré nada que tu no quieras hacer.
Las posibilidades son infinitas, el drama de jugar una vez
más inunda mis deseos más salvajes y no puedo contener las ganas de llegar
pronto, te huelo, te siento, estas cerca, nadie me percibe solo tú sabes que
estoy allí mirándote, mirándote fijamente mientras te derrites de miedo. Sé que
te gusta este mundo terrenal lleno de placeres mundanos a los que tanto te has
acostumbrado. Amas el miedo, amas lo oscuro y te excita pensar que te puedo dar
ternura de la manera más salvaje posible. Tú, rata inmunda que solo vives para
hacer daño, hoy te seduciré, tú me seducirás e iré a donde me quieras llevar,
jugaré a tu juego y tú al mío. Treparemos árboles y paredes, nuestro amor
llegará muy alto, tan alto que tendremos que dejarlo caer y resbalar por alguna
fina cuerda para no cansarnos, nuestras vidas penderán de un hilo del que
caeremos sin más, será duro y doloroso, Pero nuestra relación no acabará allí
pues correrás y querrás que te siga para que más tarde implores que pare de
seguirte, no lo haré. Ya no se trata de
ti sino de mí: te he encontrado y no te dejaré ir…
Cuando te canses de mi insistencia te rendirás, ésta noche pudiste
correr pero no esconderte. Se acabo el juego: te tengo atrapada, tirada en el
piso, rendida y sin salida. Sé que atacarás primero, sé que tienes coraje, te
diré que eres la presa más difícil que he tenido, nunca otra se había atrevido
a dejarme una marca tan grande como la tuya. Aún así no podrás huir, serás mía
toda la noche: hago lo que debo hacer, lo siento, es mi instinto y te
encargaste de despertarlo. Ahora solo me queda jugar contigo, usarte, cogerte
del cuello y desgarrar tu piel hasta que la noche me lo permita, hasta que la
luna me indique que el tiempo se ha terminado, que tengo que dejarte allí en el
frío lugar donde te conocí, en un escondrijo frente al mar para luego volver al
suburbio de donde salí. Solo así podré mañana continuar con mi búsqueda
incansable, sin que los rayos del sol me delaten y sin que las ratas de la
ciudad me admiren.
Atacaste con todo lo que tenías y he quedado sorprendido,
también he quedado malherido, tirado y desangrándome en la arena. Nuestro amor
tuvo la culpa de este crudo desenlace, no medí las consecuencias y ahora el sol
es testigo de mi triste fallecer, solo me queda verte desaparecer desde la
orilla de este mar. Ahora solo eres un recuerdo, el último y maravilloso
recuerdo de éste ruin gato negro que nunca más volverá a jugar.
Ricardo Avila