Fría como la neblina, rápidamente te desvaneces...
La historia no puede acabar así tan
fácilmente, ha tenido que pasar mucho tiempo para que te vuelva a
recordar, para que nuestro pasado se vuelva historia y nuestras
caricias se me hagan un chiste, una gracia de verano que no sé si
volverá pero que cada que las recuerdo se dibuja en mi rostro una
gran sonrisa sin explicación aparente y termino como aquella vez en
tu apartamento.
La noche de uno de esos locos sábados
de diversión descontrolada, subí a donde no debí haber subido y
dejé que me llevarás por uno de tus tantos senderos de seducción.
Nos perdimos en las enmarañadas calles de tu ciudad, todo para
acabar allí, sentados mirándonos el uno al otro sin decir nada
habiendo ya hecho mucho. Solo un cigarrillo pudo hacer que un par de
locos haga de lado el silencio del momento y empiecen a reír cual
pareja perfecta, hasta quedar exhaustos de la vida y no poder más
que entregarse al llamado de la noche y rendirse ante el cansancio.
No me quería despertar, a las justas y
dormía. La cabeza me mataba, tenía hambre y lo que en adelante voy
a contar muy poco tiene de fantasía. Dónde estaba ni sabía, poco
importaba si tenía tu compañía, pero fue raro lo que mi brazo
descubría: Tranquilo no es nada, solo que ya no estaba mi pequeña
amada mía. Ya era hora del almuerzo y a lo mejor se había ido a
comprar, alguito para engañar, a un estómago muy hambriento. Pero
era muy tarde y ya no aguantaba, así que cuando por fin me pude
parar, corriendo me fui a bañar, para luego directo ir a la cocina.
Cena para dos, engordar en pareja,
siempre es en menos atroz. Serví los spaguettis en la mesa; sin
embargo algo aún me parecía extraño hasta que una nota tuya
encontré: “Te amo mucho, corazón libre, no tardo en regresar” y
quizás fue allí cuando las cosas entre nosotros se empezaron a
complicar. Te juro que lo tomé muy a la ligera, es más, estaba
pensando que canción ponerle a nuestra velada romántica, y osé
rebuscar entre tus discos la música perfecta. Intento en vano pues
ya no estaba ninguno de los que pusiste el día anterior. Entonces
deduje que estabas en la biblioteca devolviéndolos. No sabía que
mas hacer, solo esperar a que llegaras, a ver tu hermoso rostro que
se quedo grabado en mi mente desde aquella primera vez. Quería verlo
aunque sea una vez más en esas viejas fotos que estuve revisando
aquella noche de luna llena, pero nada, también habían
desaparecido. No entendía absolutamente nada, intentaba encontrar
más razones para excusar tu ausencia en ese momento, pero no podía
encontrar siquiera un número de teléfono apuntado, un solo registro
de llamadas hechas, un flotador que me salve de morir ahogado en éste
mar de dudas que me jalaba cada vez más profundo, nunca hallé nada.
Solo tu carta y mis lágrimas cayendo sobre la mesa, sembraban ésta
cruda obsesión de encontrarte...
Continúara.