viernes, 20 de abril de 2012

En la noche del gato negro


La espera es eterna y agónica, los rayos del sol no hacen más que iluminar mi lúgubre y fría mente calculadora. Todo está planeado para ir al acecho: en cuanto la temperatura baje, la luna marcará el camino y por fin la ciudad se convertirá en un bosque lleno de sombras, seré omnipresente y a la vez omitido. El juego recién comienza: las calles se apagan, las luces se encienden y el bullicio y la diversión de la noche se encargarán de tenderte la trampa. Yo como siempre no haré nada que tu no quieras hacer.
Las posibilidades son infinitas, el drama de jugar una vez más inunda mis deseos más salvajes y no puedo contener las ganas de llegar pronto, te huelo, te siento, estas cerca, nadie me percibe solo tú sabes que estoy allí mirándote, mirándote fijamente mientras te derrites de miedo. Sé que te gusta este mundo terrenal lleno de placeres mundanos a los que tanto te has acostumbrado. Amas el miedo, amas lo oscuro y te excita pensar que te puedo dar ternura de la manera más salvaje posible. Tú, rata inmunda que solo vives para hacer daño, hoy te seduciré, tú me seducirás e iré a donde me quieras llevar, jugaré a tu juego y tú al mío. Treparemos árboles y paredes, nuestro amor llegará muy alto, tan alto que tendremos que dejarlo caer y resbalar por alguna fina cuerda para no cansarnos, nuestras vidas penderán de un hilo del que caeremos sin más, será duro y doloroso, Pero nuestra relación no acabará allí pues correrás y querrás que te siga para que más tarde implores que pare de seguirte, no lo haré.  Ya no se trata de ti sino de mí: te he encontrado y no te dejaré ir…
Cuando te canses de mi insistencia te rendirás, ésta noche pudiste correr pero no esconderte. Se acabo el juego: te tengo atrapada, tirada en el piso, rendida y sin salida. Sé que atacarás primero, sé que tienes coraje, te diré que eres la presa más difícil que he tenido, nunca otra se había atrevido a dejarme una marca tan grande como la tuya. Aún así no podrás huir, serás mía toda la noche: hago lo que debo hacer, lo siento, es mi instinto y te encargaste de despertarlo. Ahora solo me queda jugar contigo, usarte, cogerte del cuello y desgarrar tu piel hasta que la noche me lo permita, hasta que la luna me indique que el tiempo se ha terminado, que tengo que dejarte allí en el frío lugar donde te conocí, en un escondrijo frente al mar para luego volver al suburbio de donde salí. Solo así podré mañana continuar con mi búsqueda incansable, sin que los rayos del sol me delaten y sin que las ratas de la ciudad me admiren.
Atacaste con todo lo que tenías y he quedado sorprendido, también he quedado malherido, tirado y desangrándome en la arena. Nuestro amor tuvo la culpa de este crudo desenlace, no medí las consecuencias y ahora el sol es testigo de mi triste fallecer, solo me queda verte desaparecer desde la orilla de este mar. Ahora solo eres un recuerdo, el último y maravilloso recuerdo de éste ruin gato negro que nunca más volverá a jugar.

Ricardo Avila

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