sábado, 18 de enero de 2014

De vuelta a las andanzas

Lluvia de Verano.


Me enrumbo en una aventura ya antes avisada, terrenos antes visitados que necesitan ser redescubiertos, es un nuevo día en el que siento ser libre nuevamente, libre del miedo, de las angustias. Simplemente hoy decidí recuperar lo que soy y lo que vengo haciendo.

Mis razones son pocas, las circunstancias son muchas, son tantas como atardeceres hay en el verano, ¡cuantas tardes en la playa!, en las que por una triste desilusión quedas solamente tú, la arena y un brillo de luz a la que contemplas sin razón aparente, quizás no sepas a quién más acudir y trates de llenar algún vacío con su infinita energía.
Son tantas las condiciones como estrellas que divulga la noche, esas que en algún momento, cansado, te detuviste a observar y dejaste que tu alma fluya a través de una de ellas, y ante tus ojos, en ese mágico momento, su luz se apago. O quizás tantos como caminos existen a casa, y eliges el más largo, solo para refugiar tus frías lágrimas debajo de una cálida lluvia de verano.
Entonces caminas. Por ese momento son solo tú y tu sombra entrando a casa, quedas solo, las luces inundan tu pesar y anulan tu compañía, las apagas y quizás desde un balcón contemplas las últimas gotas de un triste dolor cayendo desde el tejado. 

Una a una las gotas desaparecen y se crea el silencio, no quedas solo, contigo muchas más estrellas asoman la mirada,  pero no las ves.
Aunque a oscuras tu sombra esta ahí, junto a muchas otras a su alrededor haciéndote compañía, y tú no la sientes.
A tu lado el viento acaricia tus penas creando armonías de paz tratando de calmar tus ansias, tus tristezas, y tú no las oyes.

Dentro tuyo, en ese momento, solo habita el frío de tales caricias y un gran silencio. Entonces la razón no tiene mucho sentido, y recuerdas que hubo algo más fuerte que tú, que olvidaste por mucho tiempo, algo que llenaba tus momentos  y los volvía inolvidables, algo que no muchos puedan valorar pero tal vez sí criticar, ya nada importa.
En ese momento comienzas a escribir a la espera de una nueva lluvia que borre todas tus huellas, que refresque tus mañanas, que te haga sentir vivo y te enamore, limpie tus errores y que al final del día se confunda entre tu dolor para lentamente desaparecer con él. A fin de cuentas es verano y sabes que siempre al final de una tarde tormentosa, el sol, así como el amor, te acogerá y brillará, quizás no con toda su fuerza pero sí de la forma más sutil y hermosa que puedas imaginar.


Ricardo Avila


Pd. Chester volvió.

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